Mostar es una linda ciudad y su puente otomano cautiva a primera vista, pero no podía quedarme más tiempo. Tenía que seguir. Solo faltaba elegir el día ideal para comenzar mi viaje haciendo autostop entre Mostar y Trebinje, el destino elegido para continuar la aventura por el hermoso país de Bosnia y Herzegovina (uno de mis favoritos).
Esta inolvidable aventura es la que comienzo a contarte desde ahora ¡Sigamos viajando!
Preparando el viaje entre Mostar y Trebinje
Junio es un mes bastante caluroso en Bosnia y en Mostar se siente mucho más. La ciudad es considerada como una de las más calurosas de Bosnia y de los Balcanes. Me tocó un par de días con más de 30° que pasé bajo los árboles de un par de parques que visité y bebiendo cerveza en el grato ambiente que hay junto a las frías aguas del río Neretva y del puente viejo.
A pesar de tener muy presente este dato, no pude salir temprano para comenzar el viaje. Me quedé pegado en el hostel aprovechando el desayuno (estaba incluido, no podía perderlo) y preparando mis cosas. Cuando logré salir pase a dar la última vuelta por el casco antiguo y por el hermoso puente viejo de Mostar. Quería tomar algunas fotos y aprovechar que por la mañana no anda mucha gente.
Eran como las 10 y ya hacía mucho calor. Ya estaba resignado y lo único que quedaba por hacer era tomar mucha agua para aguantar el gran viaje que venía por delante. El día estaba lindo e invitaba a salir a la ruta.
No te pierdas mi viaje haciendo autostop entre Sarajevo y Mostar, otra linda aventura por las carreteras de Bosnia y Herzegovina.
Ya había sacado cuentas y la distancia a recorrer entre Mostar y Trebinje eran como 117 km. No era una gran distancia, pero lo complicado del viaje era que no había una carretera directa entre ambas ciudades. Además, había varias ciudades en el medio que podían presentarse como paradas obligadas y alargar el tiempo de viaje.
Otro factor que se venía repitiendo de mis viajes pasados era que la temporada de vacaciones aún no comenzaba (faltaba poco), por lo cual no había mucho tránsito en las carreteras. Todas estas cosas las analizaba antes de iniciar un viaje cual economista analiza los movimientos de las bolsas de comercio y especualaciones financieras. Después de pasar por más de 12 países viajando a dedo ya me consideraba un «autoestopista senior». Tenía que creerme el cuento.
Tenía todo listo y pensado para el viaje, pero antes de ir a Trebinje haría una corta parada en Blagaj, una pequeña y linda ciudad al sur de Mostar.
Visitando Blagaj el pueblo del monasterio y el río bajo la montaña
Después de tomar las últimas fotos caminé hasta una gasolinera lejos del centro para hacer dedo hasta Blagaj. Hay buses locales que cubren la ruta entre Mostar y Blagaj, pero quería seguir viajando a mi manera y como lo había hecho los últimos meses: a dedo.
Y no me equivoqué. Al poco rato de estar esperando pasó un polaco en una camioneta quien se ofreció a llevarme hasta Blagaj. Andaba en un road trip por Bosnia aprovechando algunos días libres.
Menos de media hora nos demoramos en llegar. Blagaj está muy cerca de Mostar y se puede ir y volver en un mismo día. Después de despedirme y agradecerle partí directo para ver el río brotar a los pies de la montaña. Así como suena: en Blagaj hay un río que nace de la falda de una montaña.
Para ser más preciso se trata del río Vrelo Bune, una fuente de agua que alimenta el río Buna y que brota de una cueva ubicada debajo de un acantilado.
El lugar es precioso. Las aguas turquesas del río, la montaña y el monasterio Blagaj Tekke (construido en el siglo 17) que se ubica al lado componen una de las postales más representativas de Bosnia.
Luego de unos minutos de disfrutar el paisaje y cargar energía al lado del río comencé a pensar en Trebinje, el destino final de la aventura. El viaje recién había comenzado.
Haciendo autostop a Trebinje
No fue fácil el comienzo. Desde Blagaj no pude tomar ningún auto que me dejase en la carretera principal. De hecho apenas pasaban autos y ninguno de ellos paró.
Así que me toco caminar no más. Fueron cerca de 7 km caminando bajo el agobiante sol que a esa hora de la tarde no daba tregua. Ni siquiera había viento para hacer más agradable la caminata.
Después de más de una hora caminando llegué a la carretera. Antes de continuar el viaje pasé a un supermercado a comprar agua y unos platanos para hidratarme. La caminata me había dejado muerto y necesitaba comida. Hacía mucho calor.
El lugar que escogí para hacer autostop estaba muy bien. Había mucho espacio y además tenía mucha sombra. No quería seguir bajo el sol por al menos un rato.
La espera fue tranquila. Tenía comida, agua y corría una brisa que refrescaba como la brisa del río en Blagaj. Estaba bastante cómodo para un día de autostop, si es que se puede considerar cómoda mi situación.
Y pasaron los minutos y los autos. Los primeros no dejaban de correr y los otros no paraban.
Después de más de una hora al fin paró un bosnio que dijo apenas me subí que no iba muy lejos. Daba igual, lo único que quería era salir de ahí y avanzar un poco. Ya me había aburrido de la comodidad de la ruta.
Como 20 minutos después llegamos a un crucé donde me tuve que bajar, ya que el amigo bosnio iba para el otro lado.
De nuevo tuve que caminar, ya que nadie paró. Fueron varios kilómetros, pero esta vez fue menos exigente, ya que la ruta bajaba siguiendo la pendiente de las colinas. Además, ya no hacía calor.
El único problema fue que ya se acercaba el atardecer y no había recorrido ni en la mitad de lo que debía. Me comencé a preocupar un poco, pero no mucho. Estaba disfrutando el viaje y todos sus matices.
Seguí caminando.
Lentamente los campos bosnios comenzaron a teñirse de un hermoso tono anaranjado cada vez más intenso a medida que el sol se despedía. Una panorámica magnífica que disfruté a plenitud mientras caminaba en solitario a un costado de la carretera.
Cuando estaba a un par de kilómetros de Stolac, la ciudad más cercana, paró una pareja que teminó de acercarme. Aún había luz, pero el sol ya se había escondido.
A pesar de esto me paré junto a la carretera para seguir haciendo autostop. Tenía la esperanza de conseguir un último viaje.
Acomodé mi mochila junto a un poste frente a un bar y comencé a esperar. No pasaba nadie. Stolac es una ciudad pequeña y por la hora ya no había casi nada de tráfico.
Cuando estaba esperando se acercó una de las meseras del bar para preguntarme que estaba haciendo, de donde era y para donde iba. Le mostré mi cartel y conversamos un poco. Luego se dio la vuelta y volvío para conversar con sus compañeros del bar. Parece que no era muy común ver mochileros en la ciudad.
La luz de mi poste ya se había encendido y las calles de Stolac comenzaron a luchar para ganarle espacio a la oscuridad de la noche que ya era inminente.
Como ya estaba resignado a pasar la noche en la ciudad comencé a ver en el mapa donde podía dormir. Había una plaza junto al río que era perfecta para tirar la mochila y descansar hasta el otro día. No tenía carpa, lo único que necesitaba era una banca para dormir. Las noches estaban cálidas y frío no iba a pasar.
A esa hora hora de la tarde lo único que quería era comer algo, una ducha y sentarme. Había sido un día largo y muy caminado.
Mientras estaba apoyado en el poste descansando y pensando cuánto rato más iba a esperar, se acercó un señor junto a una niña desde el bar.
El señor me saludó y me preguntó que estaba haciendo y para donde iba. Luego de una breve conversación de la nada me ofreció una habitación en la casa que estaba justo detrás del bar, si nadie paraba y no podía continuar el viaje. Este señor, Anel era su nombre, era el dueño del bar y la casa que estaba detrás.
Una vez más y en el momento menos esperado y cuando estaba haciendo la hora para ir a dormir a una plaza se manifestaba la «magia viajera» o la «la suerte del viajero» para ayudarme en el viaje.
No lo podía creer. Le dije que sí de inmediato y que no iba a esperar más, ya que era tarde y nadie pasaba. Inconscientemente, le dí las gracias como 10 veces (hvala puno en bosnio), lo cual sígnifica muchas gracias en español. Luego lo acompañé a la casa donde me mostró la habitación y me dijo que me relajara.
Cuando quede solo no podía dejar de reir y agradecer. Sonreía de la alegría del cambio impensado de mi situación: de pensar en dormir en una plaza a tener toda una habitación para mí y con ducha caliente. Fue un cambio absoluto.
No podía estar más agradecido con el gesto de Anel, otro de los «ángeles del camino» que me tendía la mano, una vez más, para ayudarme en momentos comlicados del viaje. La magia viajera con sus polvos mágicos de empatía, hospitalidad, humanidad y confianza ponían en el camino un alma especial en el momento justo.
Después de un baño (lo necesitaba mucho) y descansar un poco salí a buscar algo de comida y pasear por el pueblo. Como iba a pasar la noche en la ciudad y no tenía que preocuparme de mis mochilas aproveché de conocer un poco.
El entusiasmo no duró mucho, ya que 15 minutos me devolví. No quería caminar más. Estaba muy cansado.
Dale una vuelta al resumen de mi viaje haciendo autostop por Bosnia, la undécima parte de mi viaje a dedo de un año por Europa.
En el bar de Anel había una banda en vivo tocando clásicos del rock, cuya vocalista era fantástica. Cantaba muy bien y tenía a todos concentrados con su hermosa voz.
Me senté en una mesa y pedí una cerveza para disfrutar del show y reflexionar sobre todo lo que había pasado en el día. Aún no podía creer como estaba terminando la jornada. Impensado, pero real.
Después de un rato ubiqué a Anel y me despedí, ya que necesitaba descansar para continuar el viaje temprano al otro día. Estaba a mitad de camino en mi viaje haciendo autostop de Mostar a Trebinje.
Volví a la habitación y solo un par de minutos después caí rendido bajo los poderes del colchón y las sábanas. Estaba muerto.
Al día siguiente me levanté temprano, ordené mis cosas, la habitación y bajé para despedirme de Anel. Él ya estaba ordenando todo en el bar, que también servía como cafetería, para recibir a sus clientes. Me ofreció un café y luego de una breve conversación comencé a caminar para comenzar el viaje. Le agradecí mucho por lo que había hecho por mí, por la ayuda y su gran gesto.
Le prometí que volvería en un próximo viaje para conocer más de Stolac y beber una cerveza en su bar. Lo haré.
Luego caminé un par de kilómetros hasta el lugar donde comencé con el autostop. En realidad no era un buen lugar, pero tenía un poco de sombra y espacio para los autos. Era temprano y no había nada de tráfico. Era la única ruta hacía el sur, por lo cual no estaba preocupado, algún auto tenía que pasar ¡y parar!
Después de una hora de espera ese auto llegó. Un señor paró e hizo unas señas para que me subiera. No iba hasta Trebinje, si no que hasta Ljubinje, la siguiente ciudad después de Stolac.
Dusko, como se llamaba el conductor, era muy simpático y conversador. Después de las preguntas de rigor (dónde vas, de dónde eres, que andas haciendo, etc) me comenzó a contar sobre la zona de Bosnia en la que estábamos. Para mi seguía siendo Bosnia, pero el hizo hincapié que ahora estabamos entrando a la República Srpska.
Para no alargarme mucho en la explicación, hay que decir que la República Srpska es una de las dos entidades políticas presentes en Bosnia y Herzegovina (la otra es la Federación). Representa principalmente a la comunidad serbiobosnia (se formó tras la independencia de Bosnia a partir del partido político que representaba a dicha comunidad) que vive en Bosnia. Fue reconocida en el año 1995 tras los acuerdos que se establecieron con el fin de la Guerra de Bosnia (1992-1995), aunque ya existía desde 1992.
El tema político y las divisiones que aún persisten en Bosnia dan para largo, abarca varias aristas y no es fácil de digerir. Ese tema lo dejamos para otra publicación. Mejor les sigo contando de mi viaje haciendo autostop entre Mostar y Trebinje. Todavía falta.
No fue en lo absoluto intenso con el tema. Simplemente me quería contar un poco de la historia del país. Lo valoré mucho, ya que una de las cosas que más destaco de viajar haciendo autostop es la posibilidad de conocer gente local y saber de la realidad que se vive en el país que estoy visitando a través de la perspectiva y visión que tienen de el. Es muy interesante este lado del autostop, del viajar a dedo.
Cuando ya ibamos llegando a Ljubinje se desvió de la carretera para darme un breve tour. Mientras veíamos las iglesias y principales edificios de la ciudad me contó que tenía un restaurante y que podía ir con él hasta allá. Como era temprano y quedaba poco para llegar a Trebinje no dude en aceptar la invitación.
Apenas llegamos a su restaurante me sirvió un vaso de rakia, licor tradicional de Bosnia y de los Balcanes. Aunque eran recién las 11 de la mañana, no pude decir que no. No podía negarme a la hospitalidad y buena onda de Dusko, el conductor que paró para llevarme, me mostró su ciudad voluntariamente y ahora me invitaba una copa. Otro «angel del camino» se cruzaba en mi viaje. No podía más que agradecer.
Después de tomarme el vaso de rakia le agradecí y me despedí, ya que tenía que continuar el viaje. Agarré mis cosas y caminé unos cuantos metros hasta un cruce para retomar el autostop. El restaurante estaba a la salida de la ciudad junto a la carretera. Estaba muy bien ubicado.
La espera fue más larga de lo que imaginé. Nadie paraba y como había sido la tónica de las carreteras de Bosnia, no había mucho tráfico. Hacía calor, pero había un poco de sombra cerca que me ayudaba a capear el sol.
Los pocos autos que pasaban no paraban. Estaba a poco más de 60 km de distancia para completar el viaje que había comenzado el día anterior ¡estaba muy cerca!
Mientras seguía esperando apareció un auto por el sentido contrario que tocó la bocina y dió la vuelta. Era un estadounidense de San Diego que había pasado y me había visto, pero no había parado. Unos metros más adelante se había arrepentido y por eso volvía para recogerme. Muy buena onda.
Me subí rápido y comenzamos el viaje final. Para mi suerte también iba para Trebinje ¡estaba a punto de llegar!
El viaje fue muy relajado. Nos fuimos conversando de Bosnia, de viajes y de actualidad. Él estaba de vacaciones y había arrendado un auto para viajar más rápido, ya que no tenía muchos días disponibles.
En menos de una hora ya estabamos en Trebinje. Nos separamos cerca del centro, ya que él tenía que comprar algo en el supermercado. Después de despedrnos caminé hasta la plaza central de Trebinje para relajarme un poco y buscar donde dormir. El viaje llegaba a su fín ¡lo había logrado!
Estaba feliz. Después de más de un día de viaje finalmente había llegado a destino. Un viaje haciendo autostop de Mostar a Trebinje que había tenido de todo: una breve visita a Blagaj, mucho calor y largas caminatas. Sin embargo, lo más rescatable del viaje eran las buenas personas que había conocido, ya que sin su confianza, empatía y hospitalidad no habría conseguido llegar a Trebinje. Gracias infinitas para todos ellos.
Este viaje por todo esto será siempre uno de los que más recordaré de mi aventura de un año haciendo autostop por Europa y de todos mis viajes.
Un viaje inolvidable en un hermoso país como lo es Bosnia y Herzegovina.
Y así termino esta aventura. Gracias por pasar por esta crónica de mi viaje haciendo autostop entre Mostar y Trebinje. Un viaje bastante largo, más de lo que esperaba, y con muchas cosas que guardaré para toda la vida.
Espero que te haya gustado. Si fue así no dudes en dejarme un comentario y compartir este artículo con tus amigos viajeros y con todos aquellos que quieran pasar unos minutos viendo las locuras de un viajero como yo.
¡Un abrazo viajero!
Pato – En Modo Viajero
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