Autostop de Belgrado a Sarajevo: Cuando la magia viajera hace olvidar un mal día

El viaje haciendo autostop de Belgrado a Sarajevo fue uno de los más dificiles y agotadores que hice en mi viaje a dedo de un año por Europa.

Un viaje largo, que duró casí dos días, de mucha lluvia y largas caminatas que golpearon mi ánimo y motivación en varios momentos de la aventura. Sin embargo, todo eso quedo opacado por la generosidad de una familia que me ayudó en el momento menos pensado.

Todo el detalle de lo que pasó en este gran aventura te la cuento en este relato de mi viaje a dedo de Belgrado a Sarajevo. Acompáñame a conocer un poco más de los Bálcanes.

Inicio del viaje a dedo de Belgrado a Sarajevo


Después de unos días en Belgrado, el siguiente paso en mi viaje era Sarajevo, la capital de Bosnia y Herzegovina. Había conseguido un hostel para hacer voluntariado, por lo cual ya me estaban esperando y solamente tenía que llegar.

Ya llevaba varios meses haciendo dedo e iba a continuar viajando de esa forma. Todavía faltaba para completar un año haciendo autostop por Europa, plazo mínimo que me había planteado para esta aventura.

Este viaje era especial, ya que había una frontera por cruzar en el camino. Las fronteras siempre han sido sinónimo de ansiedad y adrenalina para mí. Sobre todo cuando viajas a dedo, ya que no se sabe como van a reaccionar en el paso fronterizo los oficiales al verte llegar con una mochila a cuestas, caminando o montado sobre un auto de un desconocido.

autostop por serbia
Foto de Serbia justo después de cruzar desde Rumania.

Hasta ese momento no había tenido ningún problema en las fronteras que había cruzado haciendo autostop (Croacia a Montenegro, Montenegro a Albania, Macedonia del Norte a Bulgaria, Bulgaria a Rumania y de Rumania a Serbia), pero eso no significaba nada para esta nueva frontera por cruzar. Todo podía pasar.

Con esa motivación-ansiedad-incertidumbre salí una mañana de cielos despejados de Belgrado con dirección a Sarajevo.

Para salir de Belgrado tomé un bus hasta la ciudad de Obrenovac, a unos 30 km de distancia. No hice dedo desde Belgrado, ya que no encontré ningún buen lugar para comenzar el viaje desde la capital. Belgrado es una ciudad grande, de muchas carreteras de dificil acceso para hacer dedo. Por ello decidí comenzar el viaje en un pueblo más pequeño y con acceso directo a la ruta, con dirección a Bosnia.

El lugar en Obrenovac era perfecto: los autos pasaban a una velocidad que les permitía verme bien y había bastante espacio para estacionar. Además, pasaban camiones que suponía que tenían más posibilidades de ir directo a Bosnia.

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El lugar elegido en Obrenovac.

El clima también acompañaba la jornada autoestopera, ya que había nubosidad parcial y una buena temperatura. Nada hacía presagiar lo que vendría unas horas más tarde.

Preparé las mochilas y saqué mi letrero para comenzar con el dedo. Cuando estaba en eso se acercó un señor algo extrañado por lo que estaba haciendo. Me preguntó de donde era y para donde iba. Después trató de explicarme que hacer dedo ahí no funcionaba. Todo esto por cierto en una mezcla de serbio, inglés y español. Ocupé la pocas palabras que había aprendido en mi viaje para conversar con el señor. Después de un rato de «conversación» se fue deseándome buena suerte.

Después de un rato comencé a recordar lo que me había dicho el amigo serbio, ya que nadie paraba. La gente me miraba no más, pero sin ninguna intención de parar. Como ya estaba aburrido de estar parado en el mismo lugar, caminé un par de kilómetros a otro punto de la ruta con la esperanza de tener mejor suerte.

En este nuevo lugar mientras estaba esperando, se acercaron un par de niñas que andaban comprando para conversar y preguntarme cosas. Tampoco hablaban mucho inglés, así que todo hacer uso del vocabulario viajero de supervivencia otra vez. Eran simpáticas y buenas para preguntar. Mientras conversaba con ellas tenía un ojo puesto en los autos que pasaban. Había que seguir intentando.

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Segundo lugar de espera. Con este cielo azul, nunca pensé que podía llover.

Durante el tiempo en este nuevo lugar de la ruta, el cielo comenzó a oscurecerse de una forma preocupante. La agradable temperatura con la que había comenzado el viaje ya era historia. El viento frío y una masa de nubes grises se tomaron el lugar.

Y lo que menos esperaba comenzó a pasar. Unas tímidas gotas empezaron a caer. No me preocuparon mucho al principio, pero al ver a las chicas despedirse y correr a sus casas para protegerse me empezó a poner nervioso.

Lo primero que hice fue mirar alrededor para ver un lugar donde cubrirme en caso de que se pusiera más feo. Lo único que había era una pequeña parada de bus a unos 50 metros de distancia.

Continúe haciendo dedo hasta que la llovizna se volvió lluvia. Los truenos y relámpagos también estaban invitados a la fiesta y se sentían cada vez más cerca del lugar en el que estaba. Había que bajar el dedo y arrancar.

Dale una vuelta al resumen de mi viaje haciendo autostop por Serbia, la décima parte de mi viaje a dedo de un año por Europa.

Agarré todo y me fui a poner debajo de la parada. Alcancé a llegar justo antes de que comenzara la tormenta. No fueron más de 20 minutos de lluvia con truenos y relámpagos con una intensidad que pocas veces había visto. Como pude me resguardé en la parada junto a un par de personas más que estaban esperando el bus. Tenía miedo que se mojara la mochila en la que tenía el computador y las cámaras. Hubiese sido fatal.

Mientras esperaba que pasara la lluvia veía con admiración el hermoso espectáculo de la naturaleza. Suena un poco contradictorio, pero así fue. A pesar de estar mojado, un poco cansado y con hambre (no había almorzado), disfrutaba ver las gotas de lluvia golpear el suelo con fuerza, el olor a tierra mojada, el sonido de los truenos y el resplandor de los rayos.

No era para nada el escenario esperado y ponía las cosas un poco más difíciles para lo que venía, pero estaba contento. Me reía de solo pensar en donde estaba y lo que estaba pasando: escondido en una pequeña parada de buses mientras hacía autostop de Belgrado a Sarajevo. No lo podía creer.

Cuando la lluvia paró revisé que todo estuviera seco y comencé a caminar hacia otro punto de la ruta para seguir haciendo dedo. Ese era el plan del día y tenía que continuar.

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El cielo seguía un poco oscuro, pero ya no llovía

La tormenta había pasado y un brillante sol iluminaba una parte del cielo. Por el otro las nubes seguían oscureciendo el horizonte. Mientras caminaba junto a la ruta apenas pasaron unos cuantos autos. El atardecer estaba llegando y para ser honesto, veía lejano poder llegar ese día a mi destino, a Sarajevo. Estaba un poco preocupado.

Paré en otro lugar para continuar haciendo autostop, pero tuve la misma suerte. Los truenos que se escuchaban a lo lejos y mis pasos con las zapatillas mojadas sobre la tierra húmeda era lo único que escuchaba mientras caminaba por una ruta en la que no pasaba nadie.

A pesar de esto estaba feliz. Aunque parecía estar todo en contra estaba contento. Después de un rato la preocupación paso a un estado de felicidad propio de esa sensación de libertad única que viene de la mano de hacer dedo por caminos nunca antes vistos ni explorados. Si no paraba nadie seguro encontraría algún lugar para pasar la noche. No iba a ser la primera vez que dormiría en una parada de bus o al lado de la ruta.

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A veces aparecían algunas personas caminando igual que yo.

Después de un rato sin que nadie parara me dediqué solo a caminar. Ya se estaba haciendo tarde, tenía hambre y estaba cansado. Necesitaba algo de comida para recuperar energías. Tal vez un café para aguantar la noche que a esa altura todavía no sabía donde la iba a pasar.

Luego de caminar un par de kilómetros más llegué a un almacén. Aproveché de comprar pan, algo de fruta y agua. Solo había desayunado.

Frente al almacén había un espacio ideal para hacer dedo. Coloqué la mochila y mientras comía levantaba el cartel a los escasos autos que pasaban. Cuando estaba en eso se acercó un señor. Solo hablaba serbio así que como pudimos empezamos a conversar. Era de la zona y me preguntó para donde iba. Al saber mi destino me contó sobre un bus que pasaba en un rato más hacia Sabac, ciudad cercana a la frontera.

Era bastante simpático y fue de mucha ayuda por el dato del bus. A esa hora de la tarde-noche, no pasaba ningún auto y la mejor opción era ir en bus hasta la siguiente ciudad para pasar la noche. El cielo nuevamente se había nublado y los relámpagos se veían cada vez más cerca. La lluvia era inminente y el autostop imposible.

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Aquí fue donde esperé, pero la parada oficial estaba más adelante.

Me puse a esperar ahí mismo. Ya que pensaba que en ese lugar paraba el bus, sin embargo no era el lugar. Cuando pasó, paró como 50 metros más adelante y no tuve tiempo para llegar. El bus se fue y me quede ahí esperando.

Avancé hasta la parada oficial a esperar el último bus. Por lo que había dicho el señor, todavía quedaba uno por pasar.

Pocos minutos después comenzó a lloviznar de la misma forma que lo hizo por la tarde. La lluvia ya estaba sobre mi cabeza y esta vez no sabía donde meterme.

Mientras estaba pensando que hacer la «magia viajera» se hizo presente una vez más en mi viaje. De la nada apareció el mismo señor que se había acercado antes apoyado en la reja de una gran propiedad que la separaba del camino. Me contó que el siguiente bus pasaba como a las 10. Todo bien, pero el problema era que recien eran como las 9 y se estaba poniendo a llover cada vez más fuerte.

El señor hizo un gesto con la mano para que lo acompañara. Yo lo seguí hasta que nos encontramos en la entrada del sitio que resultó ser su casa. Abrió la reja y me hizo pasar. Ya estaba lloviendo fuerte así que me apuré en entrar. Caminamos hasta una linda terraza frente a la casa donde me pidió que esperara mientras iba dentro. Cuando volvió lo hizó con su señora y su hija. Al principio me miraron extrañadas y luego me saludaron muy amablemente. Después se pusieron a hablar en serbio entre todos. Por los gestos y lo que pude entender, el señor me había hecho pasar para que no me mojara mientras esperaba el último bus del día.

Faltaba como una hora y la lluvia comenzó a caer con la misma intensidad que en la tarde. Después de unos minutos la señora me preguntó si tenia hambre con la ayuda de la hija. Ella hablaba un poco de inglés y también alemán así que se volvió la traductora de todos. Las miré y les dije que sí. No podía mentir, tenía mucha hambre. Luego entró a la casa para volver a los pocos minutos con un café, un vaso de jugo natural y unos panqueques (palačinke en serbio).

Mientras comía mi inesperada cena, conversaba con la familia. Hablamos de mis viajes, de donde era, para donde iba y acerca de mi impresión de Serbia. La familia era muy amable y se mostraron curiosos por saber de mi viaje. Claramente no era común ver mochileros viajando a dedo por esa zona y menos de Chile.

En eso estuvimos hasta la llegada del bus. Me dieron unos panqueques para el camino y el señor me regaló una gorra para usar en el viaje. Incluso se dió el tiempo para ir a dejarme al bus y hablar con el chofer. Se portó muy bien. Quedé muy agradecido por su ayuda y esperando volver a visitarlos en Ratari, el pueblo donde vivian, ya que me invitaron para la próxima vez que anduviese por Serbia. Si puedo volver, con gusto los paso a saludar.

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El amigo serbio que me salvó de la lluvia.

El bus iba lleno así que me fui parado con las mochilas en medio del pasillo. En el camino decidí seguir directo a Loznica, ciudad ubicada a un par de kilómetros de la frontera. Era mejor pasar ahí la noche y cruzar en la mañana directo a Bosnia que esperar en Sabac y hacer dedo por la mañana.

En poco menos de dos horas ya estaba en la estación de buses. Eran las 12 de la noche y ya no había opción de buscar un lugar para dormir así que me acomodé como pude en la escalera de la entrada del edificio. Hacía un poco de frío y a veces llovía, pero por suerte estaba todo techado.

Junto a mí llegaron decenas de inmigrantes de países como Pakistan, Afganistan y Siria con la idea de cruzar a Bosnia, luego Croacia y finalmente a Eslovenia. Esta ruta a través de los balcanes se ha vuelto muy popular entre quienes buscan entrar a la Unión Europea escapando de las terribles guerras y conflictos que viven en sus países. Es una ruta muy dura que hacen generalmente a pie por las momstañas de estos países quedando expuestos al frío y muchas veces al abuso policial. Hay muy pocos que logran pasar. Otros lo intentan por años sin éxito.

Me dió un poco de pena ver a esas personas durmiendo a unos pocos metros de distancia. Yo estaba viajando por placer para conocer el mundo. Ellos estaban viajando, escapando con el sueño de conseguir una mejor vida y sobrevivir.

haciendo autostop por serbia
No es bueno cuando te pilla la noche haciendo dedo.

La noche pasó lento, ya que no conseguí dormir por más de media hora. Estaba cansado de tanto caminar, pero agradecido por el encuentro con la familia serbia. Había sido lo más positivo del viaje hasta ese momento.

Cuando la estación abrió me apuré en entrar para sentarme en una de las sillas de la sala de espera y acomodarme para dormir un poco más antes de salir para la frontera.

No dormí mucho más, ya que el ruido del movimiento en la estación me lo impidió. Cuando salió el sol preparé mis cosas y compré una energética para aguantar lo que quedaba de viaje sin quedarme dormido.

Con la energética haciendo efecto en mi cuerpo comencé a caminar para el paso fronterizo. La mañana estaba nublada, pero ya no llovía. Estaba ideal para caminar, además no eran más de 3 kilómetros. Con todo lo que había caminado el día anterior esto no parecía mucho.

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Saliendo de Serbia.

A las 8 de la mañana estaba saliendo de Serbia. El control en la frontera fue muy rápido. Los oficiales me saludaron y se rieron entre ellos cuando vieron mi pasaporte. Tal vez era la primera vez que veían un pasaporte de Chile.

Con el sello de salida de Serbia comencé a caminar por un puente con dirección a Bosnia. Era el puente sobre el río Drina, río que forma la mayor parte de la frontera (natural en este caso) entre Serbia y Bosnia y Herzegovina.

El puente no era largo, de hecho se podía ver el puesto de Bosnia desde el lado serbio. Me paré en la mitad para sacar algunas fotos sin saber si seguía en territorio serbio o ya estaba del lado bosnio. Lo más seguro es que estaba en «tierra de nadie» como se dice en las películas. Me pasé mil rollos pensando en esa gran interrogante. Parece que la cafeína había alcanzado su mayor efecto y me estaba haciendo pensar mucho.

Cuando llegué al lado bosnio me puse detrás de un par de autos que estaban siendo controlados a esperar mi turno. No quería pasar a llevar a nadie.

Mira lo que pasó en mi viaje a dedo entre Novi Sad y Belgrado.

Cuando estaba en eso un guardia me llama. Me acerqué a la ventanilla, saludé y le pasé el pasaporte. Lo tomó, lo miró y cruzó un par de palabras con su colega, quien también pidió ver el pasaporte. Me preguntaron de donde venía, para donde iba y como andaba viajando. Con la mejor sonrisa y buena onda respondí todo rápido y seguro. He aprendido que cuando se cruza una frontera siempre hay que mostrarse lo más seguro y decidido posible con lo que se habla y responde.

Después de eso se lo llevaron a una oficina. En ese momento me preocupé un poco, ya que se estaban demorando mucho y no tenían motivo. Estaba todo en regla. Al minuto me llamaron para que fuera a la oficina con ellos. En la sala había un escritorio, que presumo era del oficial a cargo, archivadores y una mesa larga.

Apenas me vieron entrar el oficial más joven pide que me saque la mochila, ya que tiene que revisarla. Me la saqué al instante y la abrí. Lo único que había eran bolsas de ropa sucia que traía arrastrando desde hace un par de semanas. El oficial las tomó, dió vuelta la mochila un par de veces y luego pidió que la cerrara. Todo estaba bien.

Después de eso me pasó el pasaporte. Apenas lo tuve en las manos me apresuré en revisar si lo habían estampado. No quería andar sin el pasaporte timbrado en el viaje. Hay que evitar problemas.

Arreglé todo y salí despidiéndome de todos con el mejor de los ánimos. Finalmente estaba en Bosnia y Herzegovina.

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Ese es el puesto froterizo de Bosnia.

Más relajado por haber cruzado la frontera sin problemas, crucé a la gasolinera que estaba en frente para preparar mi cartel y comenzar el viaje a Sarajevo. Aún quedaba camino por recorrer.

Era temprano, por lo que tenía tiempo. Lo que me preocupaba era la leve llovizna que comenzó a caer mientras preparaba todo. Ya había tenido la experiencia del día anterior y no quería volver a pasar lo mismo.

Con todo listo me paré junto al camino con un nuevo cartel que decía: «Sarajevo».

Después de media hora tuve que refugiarme en la gasolinera, ya que se puso a llover. No valía la pena seguir mojándome, ya que con lluvia nadie para. Aproveché de preguntar a los que cargaban combustible, pero tampoco tuve suerte. Cuando paró volví al lado del camino. Esta vez con más suerte, ya que a los pocos minutos se detuvo un señor que iba hasta Karakaj, unos 20 km más adelante. No era mucho, pero que alguien parara fue como un triunfo con gol en el último minuto. Después de tantas horas haciendo dedo sin éxito, este viaje sirvió para devolverme la motivación.

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Viajando por Bosnia en el único auto que paró.

En esta nueva ciudad continué. A ratos tenía que parar por la lluvia que no dejaba de molestar. Cuando amainaba lo intentaba de nuevo hasta que volvía a llover. Así estuve un buen rato. Incluso caminé varios kilómetros para probar suerte en otros lugares. Después de más de dos horas finalmente decidí tomar un bus.

Lo pensé mucho mientras caminaba, pero había que ser realista y considerar las condiciones que estaba viviendo. Llovía la mayor parte del tiempo y aparentemente no era un buen lugar para hacer autostop. Y no era solo en ese lugar, me había pasado lo mismo en Serbia el día anterior. Además, estaba cansado y con sueño por la mala noche que había pasado.

Con la desición tomada compré un boleto en la estación de buses de Zvornik, ciudad a la que llegué caminando. Al momento de comprar el ticket aproveché de preguntarle al señor de la ventanilla acerca de cómo era hacer autostop en esa área, ya que me di cuenta que había visto el cartel. No hizo más que confirmar lo que había vivido: esa zona era muy mala para hacer dedo, nadie paraba. Esas palabras aliviaron un poco mi desánimo, ya que si seguía en ese lugar lo único que iba a conseguir era perder tiempo y mojarme. No había nada más que hacer.

Con la compra del boleto terminó mi viaje haciendo autostop de Belgrado a Sarajevo. Fue un viaje fállido, no término de la forma que esperaba ni en el lugar deseado. Fue un viaje largo, de mucho caminar y lluvia. Creo que uno de los más duros que he hecho. Pero fue un viaje que, sin pensarlo, me dejó unos «amigos viajeros» en un pequeño pueblo de Serbia, quienes en el peor momento me ayudaron a continuar el viaje y me demostraron una vez más que no hay que tener temor a confiar en las personas.

Las personas de buen corazón y que actúan de buena fe sin esperar nada a cambio son muchas más de las que hacen lo contrario. Viajar a dedo me estaba enseñando eso en la universidad que más vale: en la universidad de la vida, de la calle.

Fue una gran experiencia. No lo logré, pero al menos lo intenté y eso es lo lo importante. Siempre hay que intentar.

autostop de belgrado a sarajevo
Intentando hacer autostop en Bosnia

Video haciendo autostop entre Belgrado y Sarajevo


Detalle del viaje


> Belgrado (Serbia) – Sarajevo (Bosnia y Herzegovina)

  • Distancia total recorrida: 296 km
  • Distancia caminando: 12 km aprox.
  • Viajes en bus: 3 > Belgrado a Obrenovac, Ratari a Loznica y de Zvornik a Sarajevo.
  • Número de autos: 1 con conductor bosnio.
  • Tiempo promedio de espera: 4 horas
  • Tiempo de viaje: 30 horas aprox.

Mapa del viaje entre Belgrado y Sarajevo



Gracias por revisar junto a mí esta gran experiencia haciendo autostop de Belgrado a Sarajevo. Fue un viae que no terminó como esperaba, pero que me enseño muchas cosas y dejó momentos que atesoraré por siempre.

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¡Saludos viajeros!

Pato – En Modo Viajero

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