Cuarentena en Barcelona: evitando el coronavirus en España

La alarma producida por el avance del Coronavirus (Covid 19) en Europa y en todo el mundo, me pilló en pleno viaje y alteró en cosa de días, mis planes y el de miles de viajeros que se encontraban en Europa.

A principios de marzo, aunque el tema ya estaba instalado y se estaban tomando distintas medidas para mitigar los contagios, las actividades al aire libre, eventos, el turismo y la rutina diaria seguía casi sin alteraciones. El país más golpeado hasta esa fecha era Italia, el cual había establecido el cierre de sus fronteras y cuarentena obligatoria para contener los contagios y muertes que subian cada día en cifras preocupantes.

Bajo este escenario, después de visitar Alemania y Holanda, el plan era seguir por Bélgica, Luxemburgo, Suiza y Francia antes de recalar en España. Si o si iba a llegar al país ibérico, ya que tenía pasajes comprados para viajar a Chile desde Barcelona, después de 4 años en Europa. Era el último recorrido por el viejo continente antes de volver, por lo cual tenía muchas expectativas. Quería terminar el viaje de la mejor forma posible y aprovechar el comienzo de la primavera para recorrer y disfrutar aun más las ciudades por las que iba a pasar en mi despedida de Europa.

Tenía un mes de viaje por delante antes de llegar a España. Tenía tiempo de sobra, pensaba.

Cuando estaba en Holanda, aún no había tantos casos en Europa, a excepción de Italia. Tanto en Ámsterdam como en Rotterdam las actividades se desarrollaban de forma normal, más allá de algunas indicaciones básicas de seguridad. Sin embargo, miraba cada día como iba evolucionando la situación en el resto de los países que pensaba visitar y principalmente en España, que era el país desde donde iba a volar a casa.

El miércoles 11 de marzo llegué a Brujas con la idea de pasar un par de días antes de continuar en Bruselas y seguir la ruta planeada, sin embargo mi viaje por Bélgica se interrumpió bruscamente.

Las noticias que provenían desde España no eran muy alentadoras y el número de personas contagiadas y fallecidas, crecía exponencialmente con el paso de las horas. Los medios especulaban acerca de las medidas para contener la propagación del virus y ya le ponían fecha a la más radical de todas: confinamiento nacional. Esta medida solo se había aplicado a un par de comunidades en Cataluña que presentaban un foco de contagio importante.

Cada dos horas actualizaba las noticias para ver las novedades y cómo evolucionaba la situación. Por la noche, después de pasear por la ciudad y pensarlo mucho, decidí viajar a España. Como ya tenía el vuelo comprado, temía que tanto Bélgica, Francia o España, tomasen la determinación de cerrar sus fronteras y bloquear el tránsito libre de viajeros. No quería perder el vuelo y quedar varado por ahí.

Con un poco de tristeza por no poder quedarme más tiempo a disfrutar de Brujas y seguir el viaje planeado, compré pasajes para Bilbao. Al final, solo estuve un día en la ciudad. Quedé con ganas de pasar más tiempo y conocer mejor la ciudad, pero debía tomar una decisión. Sin duda volveré a esta a la bella Brujas.

No compré para Barcelona, ya que quería conocer el País Vasco antes de viajar a la ciudad condal. Con el cambio de planes tenía mucho tiempo por delante para viajar por España antes del vuelo. Bueno, así era en el papel.

De las pocas fotos que tomé en Brujas. Tengo que volver.

Para llegar a Bilbao tomé un bus de Brujas a Paris, luego uno de Paris a Biarritz y otro de Biarritz a Bilbao. Lo hice así porque fue lo más rápido y barato que encontré. En total, fueron 23 horas de viaje de Brujas hasta Bilbao. Fue un viaje muy agotador, pero quería llegar lo más rápido posible.

Llegué a Bilbao el viernes 13 por la tarde. A pesar del buen clima, las calles estaban prácticamente vacías. Si bien la cuarentena aún no se había declarado, la recomendación era no salir a la calle y evitar todo tipo de aglomeraciones.

La idea de ir a Bilbao era conocer el país Vasco antes de viajar a Barcelona, ciudad en la que ya había estado al comienzo del viaje, en 2016. Por esto, reservé tres noches hasta el lunes 16, con la idea en mente de extender la estadia por un par de días más.

Ese día viernes no hice nada. Apenas fui a comprar comida y di una vuelta por los alrededores del hostel. Estaba cansado después del largo viaje y solo quería darme una ducha caliente, comer y dormir. Tenía todo el fin de semana por delante para salir a conocer.

Lo que si hice, fue ponerme al día con las noticias locales. No había mucha certeza de lo que iba a pasar y en el hostel decían que no sabían hasta cuando iban a trabajar. Todo era incertidumbre.

El sábado 14 salí a caminar por la ciudad. Si bien había una recomendación para no salir de casa, aún no era obligatoria. A pesar de esto, no quise aprovecharme y solo salí por un par de horas a caminar por la orilla del río Nervión y ver el atardecer. No había mucho más para hacer, ya que casi todo estaba cerrado.

En la caminata pasé por afuera del famoso museo Guggenheim, que también estaba cerrado. No había mucha gente en la calle, para ser honesto. Solo algunos deportistas y familias paseando, pero nada de multitudes.

Al volver al hostel, encontré al resto de los huéspedes mirando en televisión la conferencia diaria del presidente de España. Pocos minutos atrás, había anunciado que a partir del lunes 16 comenzaba a regir en todo el país el estado de alarma. Lo que a esa altura era un secreto a voces, había sido confirmado. La situación no estaba mejorando.  

Con esta medida se cerraban las fronteras, se prohibía el tránsito de personas en las calles y los viajes no esenciales, incluso dentro del país.

No lo pensé dos veces y compré un boleto para salir al día siguiente a Barcelona. No tenía sentido seguir en Bilbao bajo esas condiciones, ya que no iba a poder hacer nada. Lo más conveniente era estar en Barcelona, ya que mi vuelo salía de ahí y ante cualquier eventualidad, lo mejor era estar ya instalado en la ciudad.

cuarentena en barcelona

El primer bus salía a las 06:30 de la mañana, por lo cual me levanté temprano para estar a buena hora en la estación. Caminé como 20 minutos desde el hostel, sin siquiera ver una persona en la calle. Había un silencio total.

No ibamos más de 5 personas en el bus, quienes estabamos en asientos muy distantes entre si. Cuando llegamos a Zaragoza, ciudad en la que tomé otro bus, ya que no habían buses directos a Barcelona, se subieron más personas. En total fueron como 9 horas de viaje.

Tanto la estación de buses como la carretera estaban practicamente vacias. La recomendación era a no salir de casa y la mayoría de los españoles la estaba cumpliendo. Además, el comercio también estaba cerrado, lo cual provocó algunos inconvenientes durante el viaje, ya que cuando el conductor quiso hacer una pausa en una de las gasolineras que hay a lo largo de la ruta para que la gente pudiese comprar algo para comer o ir al baño, nos dimos cuenta que también estaban cerradas. Esto provocó algo de malestar en los pasajeros, ya que algunos, lo más apurados, tuvieron que buscar un arbolito para liberar la vejiga.

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Así estaba la estación de buses de Zaragoza.
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Gasolineras cerradas en la ruta a Barcelona.

Al llegar a Barcelona el panorama no era distinto. La estacion del Nord estaba funcionando a media máquina y las calles mostraban una tranquilidad y un silencio algo incómodo. Barcelona es una ciudad vibrante, llena de vida y de mucha actividad al aire libre y verla de esta forma fue algo que no imaginaba ver.

No quise permanecer mucho tiempo en la calle por temor a recibir una multa por andar dando vueltas. No era el momento para hacer turismo, por lo cual me fui directo al hostel que estaba a menos de 15 minutos caminando.

cuarentena en Barcelona

En el hostel la situación era extraña. La alegría y la buena onda que siempre hay en este tipo de alojamientos donde se encuentras viajeros de todo el mundo, se veía opacada por la compleja situación que se estaba viviendo. Al conversar con el recepcionista y con otros viajeros que estaban en la sala común, conocí un poco más de lo que estaban viviendo. Algunos estaban buscando la forma de salir de España y volver a sus países, otros estaban esperando la respuesta de las aerolíneas, algunos estaban esperando volar en los próximos días y rogando por que no les cancelaran el vuelo, mientras que otros sencillamente no sabían que hacer.

Todos tenían una historia diferente, pero con algo en común: el coronavirus había llegado para cambiar ¡arruinar! completamente sus planes.

Ese fue el primer hostel en el que estuve, ya que en la búsqueda de la opción más conveniente, me alojé en otros dos.

En el segundo la situación era igual: viajeros buscando conexiones para regresar a sus países y personas que trabajaban en España, muchos de ellos de Europa del este, esperando respuesta de sus consulados, ya que sus países también habían cerrado fronteras, al igual que Italia.

La situación era un poco estresante, ya que estabamos prácticamente todo el tiempo en el hostel debido a la prohibición de salir, con problemas de diferentes tipos y con el miedo latente de contagio. No era una buena combinación.

cuarentena en Barcelona

Para salir del encierro y despejarme un poco, cuando iba a comprar comida, elegía el supermercado más alejado del hostel para caminar un poco. Era la única forma de estirar las piernas y despejar la mente.

No había casi nadie en la calle, por lo cual no corría riesgo de contagio y en el super había todo un protocolo preparado para una compra segura.

Lo primero, era esperar fuera del supermercado cuando había mucha gente, ya que el super no podía estar lleno. Todos a un par de metros de distancia por supuesto. Luego, en la entrada te daban guantes y alcohol gel para las manos y no transmitir el virus a los alimentos. En el interior había indicaciones para mantener la distancia en los pasillos y evitar las aglomeraciones. Al momento de ir a pagar, había que esperar en unas lineas marcadas en el piso para mantener la distancia entre la persona que estaba por delante y atrás. Todo muy organizado.

En el tercer hostel que estuve había más gente que en los otros. Era más barato y uno de los pocos que estaba aun funcionando. Para ser honesto, no me gustó mucho. Como había más gente, los espacios comunes siempre estaban ocupados y un poco desordenados. La atención fue buena, pero la situación general no era la que hubiera esperado. Culpa mía tmbién, ya que yo lo elegí.

Como también tenía temor de contagiarme y en los espacios comunes siempre había mucha gente, no interactué mucho con el resto de las personas. No había el espacio suficiente para mantener una distancia adecuada. Por esto, agarraba mi computador y me sentaba lo más alejado posible del resto. Puede sonar un poco antisocial, pero era lo que había que hacer. No quería contagiarme.

Las veces que salí a comprar aprovechaba al máximo el tiempo afuera. Caminaba lento, sin prisa, disfrutando la calma y soledad de las calles de Barcelona. Comercio cerrado, calles vacías, mucho silencio y tranquilidad. Parecía una ciudad fantasma, sin habitantes. Pero era todo lo contrario. Los hermosos departamentos de la ciudad estaban llenos de personas ansiosas por dejar atrás el encierro y aprovechar el buen clima que avisaba del pronto comienzo de la primavera. Pero no podían. No podíamos.

Al tercer día de hostel, se acercó el administrador para informarnos que lo iban a cerrar, ya que se había emitido una orden que obligaba a los hostel y lugares de alojamiento a cerrar en un plazo máximo de una semana. Era una medida lógica, ya que la concentración de personas era un foco claro de contagio, pero representaba un gran problema para todos los viajeros que habíamos quedado a la deriva sin poder continuar el viaje.

cuarentena en Barcelona

Bajo este nuevo escenario lo que hice fue ver las opciones disponibles. Mi vuelo estaba programado inicialmente para el 9 de abril y había sido reprogramado para el 11. Una opción era quedarme a esperar hasta esa fecha y volar según lo programado. La segunda, era ver opciones para volver anticipadamente.

Esperar por el vuelo significaba estar 3 semanas más sin poder hacer ninguna actividad, pagar por alojamiento precios que ya estaban subiendo bastante debido a la poca disponibilidad y un riesgo latente de contagio. Además, nadie aseguraba que en esa fecha el vuelo aún seguiría programado. Por el contrario, las medidas que estaban tomando en España y en general en todos los países, apuntaban a limitar al máximo todo tipo de movimiento de personas. No era una buena alternativa por donde se mirara.

Por lo mismo, la mañana del sábado 21 fui al aeropuerto a preguntar si podía adelantar el vuelo. Era el último día de hostel que tenía asegurado, ya que domingo no tenía donde dormir.

Caminé desde el hostel, que estaba cerca de la Casa Batlló, hasta la Plaza de España para tomar el bus hacia el aeropuerto. Había un lindo día, soleado y con una brisa que refrescaba lo necesario para no sentir demasiado calor. Como pasaba encerrado todo el día, aproveché de conseguir algo de vitamina D caminando por la vereda donde llegaban los rayos solares. Después de tantos días confinado y sin poder moverme a voluntad, este pequeño espacio de libertad lo disfruté demasiado. Que dicha poder caminar libremente y sentir la luz y la energía del sol en la piel. Fue muy desestresante y aliviador.

Es increible el valor y consideración que cosas tan simples y rutinarias, normales para gran parte de la población, como lo son caminar, salir a pasear o tomar un poco de sol han adquirido en las últimas semanas.

Cuarentena en Barcelona
La bella Plaza de España completamente desierta.

El viaje al aeropuerto fue rápido. Apenas 10 personas iban en el bus y las calles estaban muy expeditas.

En el aeropuerto todo era calma. Habían más trabajadores que pasajeros. A ellos se sumaba la policia que rondaba por los alrededores y el interior de las instalaciones. Un panorama que nunca antes había visto en un aeropuerto de este tamaño.

Me acerqué a un señor, en realidad no lo hice mucho para guardar la distancia, para preguntar por la oficina de Iberia. Era mi primera vez en el aeropuerto de Barcelona y andaba algo perdido.

La zona de check in, lugar que generalmente tiene mucho movimiento y flujo de personas, estaba casi desierto. La gran mayoría de los mostradores de facturación estaban cerrados. Diría que un 95% de ellos no estaba atendiendo.

En la oficina de Iberia habían unas 5 personas antes de mi. Todos ellos tratando de reprogramar sus vuelos o viendo las opciones para salir de España.

Cuando llegó mi turno, le pregunté a la señora del mostrador si había alguna opción de adelantar el vuelo que tenía programado. Para ser preciso, el vuelo lo compré via Iberia, pero era operado por Level, la filial low cost de la compañia. No tenía muy buenas referencias de Level y temía que me dijesen que no podían hacer nada y que debía hablar con ellos. No perdía nada con preguntar y eso era lo que estaba haciendo.

Al cabo de unos minutos de una espera nerviosa, la mujer me indica que lo único que tiene es un vuelo de Barcelona a Madrid para el lunes y de Madrid a Santiago el mismo lunes por la noche. Le pregunté si había un costo extra por el cambio, pero dijo que no, ya que estaba dentro de la fecha. Después de eso me apuré en confirmar que lo quería. No podía creer lo rápido y fácil que había sido cambiar el ticket y sin ningun costo extra involucrado. Al despedirme le agradecí muchas veces y guarde el boleto inmediatamente. No quería que se perdiera o dañara. Era un tesoro que debía guardar muy bien.

Cuarentena en España

Al salir del aeropuerto sentía que iba caminando sobre nubes. No cabía en mi de la alegría y el desahogo. Fue un alivio tremendo que mi cabeza y mi cuerpo sintieron de inmediato.

Aunque la situación era favorable, igual mantenía un pie en la tierra, ya que existia la posibilidad de que cancelaran el vuelo a último minuto, como había sido la tónica de las últimas semanas en España y en todo el mundo.

Esto me hizo bajar de la nube en la que estaba y comenzar a pensar en el lugar donde iba a pasar la noche del domingo, ya que no tenía hostel. La respuesta no tardó en llegar: en el aeropuerto. No sería la primera vez y después de haber dormido en estaciones de buses, trenes, fronteras e incluso en plazas, la sala de espera del aeropuerto parecía un hotel para mi.

Lo segundo en lo que debía pensar, era en encontrar un lugar para pasar la cuarentena obligatoria de 14 días al llegar a Chile. No quería ir donde mis padres para evitar cualquier posibilidad de contagio. No había pensado en esto antes, ya que no esperaba conseguir un vuelo tan rápido.

Con estas cosas en mente volví al hostel, preparé almuerzo y pasé el resto del día tratando de organizar lo que venía, mi vuelta a Chile. Aun no creía que iba a volver a Chile.

El domingo por la mañana desayuné lo que quedó del almuerzo del sábado y a eso del medio día salí para el aeropuerto, ya que no podía quedarme más tiempo en el hostel. Estaba oficialmente cerrado.

Ese último paseo por Barcelona, aquel del hostel a la parada del bus, lo viví con muchas emociones. Disfruté la calma y el silencio de la ciudad, pero me entristecía pensar en todo lo que estaba pasando. Fui a Barcelona con la idea de disfrutar del mar, de sus parques y su vibrante ambiente para despedirme de Europa con el mejor recuerdo, pero apenas pude salir a la calle a comprar comida. Para nada fue lo que esperaba.

La vida es así. Puede cambiar de la noche a la mañana y no te avisa. No pide permiso a nadie. Solo fluye. A veces provocando cambios que nos favorecen y otras en la que nos golpea y mueve el piso de la forma que menos esperamos, modificando todo lo que pensamos y teniamos planeado. Por mucho que queramos, no se puede controlar todo y hay que darse cuenta de esto para evitar frustraciones. Hay que ser capaz de adaptarse a los cambios imprevistos y seguir adelante. No queda otra.

Al llegar al aeropuerto me instalé con mis cosas al lado de una máquina de café para comenzar la espera. Eran apenas las 2 de la tarde y quedaba todo el resto del día y la noche. El vuelo a Madrid salía a las 10 de la mañana del lunes.

Estaba cerca de la puerta por donde sale la gente que va llegando, pero en esa ocasión, no salía nadie. Generalmente hay muchas personas, novios y novias, familias y amigos esperando ansiosos por quienes vuelven a casa o vienen de visita. Pero ahora no. Viajar se había vuelto peligroso.

En todo el tiempo que estuve ahí, que no fue poco, habré visto no más de 30 personas llegando a Barcelona. La gran mayoría de los vuelos estaban cancelados, salvo algunos vuelos nacionales.

Por la tarde aproveché de limpiar la mochila y botar aquellas cosas que no iba a ocupar más. Tenía cosas guardadas en los bolsillos que ni siquiera sabía que estaban ahí. Además, pegué la última bandera que pude comprar a la mochila que uso en la parte frontal. Fue la bandera de Holanda, que compré en Ámsterdam, la última en adornar una de mis inseparables compañeras de viaje. Mis mochilas me acompañaron todo el tiempo y se transformaron en piezas fundamentales de la aventura. Además de usarlas para guardar las pocas cosas que tenía, las usaba también de almohada, para apoyarme, como mesa, para guardar distancia y hasta para comer. Fueron muy útiles en todo momento.

Cuando ya llevaba muchas horas sentado, hice un poco de estiramiento. Las piernas se me estaban durmiendo y aun quedaba toda la noche por delante. Ya no aguantaba estar sentado. Fue una espera muy larga que por la noche no mejoró. A pesar de disponer de mucho espacio y estar todo muy tranquilo, no pude dormir. No conseguí cerrar los ojos por más de media hora.

Estaba con muchas cosas en la cabeza: el viaje que no pude continuar, el temor al contagio, la preocupación por lo que estaba pasando, la ansiedad por el vuelo y el temor a perderlo, la situación en Chile, los amigos, la familia y la incertidumbre por lo que venía, no me dejaron pegar un ojo.

Cuarentena en España
Apenas unos cuantos vuelos programados para todo el día.

Por la mañana, fui el primero en presentarse para el check in. Solo había un mostrador abierto de todos los que habían para facturar. La sala estaba completamente vacía.

Después de pasar el control, una funcionaria del aeropuerto me preguntó si me sentía bien. Seguro estaba a cargo de detectar a posibles contagiados con síntomas visibles para detenerlos antes de viajar. ¡Me siento bien!, aunque triste por dejar Barcelona, le respondí. La chica me miró y se encogió de hombros. Ni ella ni yo podíamos hacer mucho al respecto.

Después de caminar por los desiertos pasillos del aeropuerto, encontré un sofa donde intenté dormir nuevamente. Aun quedaban 3 horas para volar a Madrid.

Cuarentena en Barcelona

Y así terminó mi cuarentena en Barcelona. Fueron 10 días de cuarentena en dos ciudades distintas, Bilbao y Barcelona. Fueron días eternos sin poder perderme entre calles desconocidas y caminar a voluntad. Sin poder esperar el atardecer junto al mar, como lo pensaba hacer en Barcelona. Sin compartir con gente local y con otros viajeros, como lo hago cada vez que llego a una nueva ciudad. Sin disfrutar de los cálidos días primaverales que se sentían cada vez con más fuerza aquellos últimos días de marzo.

Quien se iba a imaginar que de la noche a la mañana, ibamos a extrañar tanto este tipo de cosas. Lamentablemente tuvo que llegar una pandemia para que le tomaramos el peso y dieramos el valor que corresponde a estas simples actividades, que por irónico que suene, son gratis.

Coronavirus Barcelona
Minutos antes de subir al avión.

La cuarentena en Barcelona había llegado a su fin, al igual que mi viaje de casi 4 años por Europa. No fue la mejor forma, nunca pensé que iba a terminar así, pero así es la vida y hay que aprender a fluir con ella.

La cuarentena en España había terminado, pero ahora quedaba continuar en Chile, a miles de kilómentros de Europa, por al menos 14 días más. El coronavirus no ha respetado nacionalidades y fronteras y se ha paseado por todo el mundo, como ya lo quisieramos todos aquellos que amamos viajar.

Con toda esta incertidumbre en el aire, solo queda cuidarse y esperar a que todo vuelva pronto a la normalidad.

El viaje ya había terminado.

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