El regreso después de 4 años: viaje a casa bajo cuarentena

Y llegó el momento de volver. Después de 4 años girando por Europa, decidí volver a mi país, a mis raíces, a Chile.

No fue un viaje fácil. No fue sencillo tomar la decisión de volver después de tantos años viajando. Me acostumbré a “vivir viajando”. Me acostumbré a caminar por la calle y no entender nada de lo que oía. Me acostumbré a vivir con lo que podía cargar en mi mochila. Me acostumbré a ser un extraño en tierras lejanas. Me acostumbré a la vida nómada, a la vida en movimiento. Me acostumbré a estar lejos de casa.

En este primer viaje a Europa visité 37 países y más de 100 ciudades, viví una temporada en Alemania y hasta aprendí alemán (todavía sigo en esa lucha sin final); viajé a dedo un año y recorrí 12 países, aprendí inglés mientras viajaba y trabajaba haciendo voluntariados, además de vender mis pulseras y fotos en la calle para sustentar el viaje, cosa impensada unos años atrás cuando trabajaba en una oficina con vista a la cordillera de los Andes, en la parte alta de Santiago.

Anécdotas, números y situaciones que no pude evitar recordar con nostalgia, mientras esperaba el vuelo en el aeropuerto de Barcelona.

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La última foto en el baño del aeropuerto de Barcelona.

Una espera incomoda en un aeropuerto prácticamente vacío donde las pocas personas que habían, caminaban con máscaras y con cara de preocupación por todo lo que esta pasando. El Coronavirus (Covid-19), llegó para movernos el piso y alterar, de la noche a la mañana, la forma en la que estábamos viviendo y modificar todo lo planeado para este año.

Me hubiese encantado seguir en Barcelona, tenía la esperanza de que todo pasaría pronto, pero con el correr de los días la situación no hizo más que empeorar. Estuve una semana en aislamiento, ya que apenas llegué a la ciudad se decretó estado de alarma para todo España. Fueron días complicados. No se podía salir a la calle más que a comprar comida o ir a la farmacia y la situación en los hostels no era de las mejores. Los que aun funcionaban estaban llenos de viajeros varados tratando de volver a sus países, ya que sus vuelos originales habían sido cancelados.

Además, el miedo al contagio estaba por todas partes. La situación era muy poco grata y de mucha incertidumbre.

Las noticias tampoco eran alentadoras, ya que el número de afectados en España y en toda Europa aumentaba muy rapidamente. Todo indicaba que esto no iba a parar en el corto plazo. No había muchas opciones.

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Nunca habia visto un aeropuerto tan vacío.

Nunca imaginé volver bajo estas condiciones. Nadie esperaba hace un par de meses atrás, que viviríamos una situación de tanto temor y fragilidad como la que estamos viviendo ahora. Nadie esperaba que el mundo fuera a cambiar de la manera como lo ha hecho en estas últimas semanas. A veces me cuesta asimilar todo lo que ha pasado.

Tenía un pasaje programado para mediados de abril que había comprado hace meses, pero que con la cancelación de los vuelos no sabía si iba a ser capaz de utilizar. Por esto, fui al aeropuerto para ver la posibilidad de adelantarlo algunos días. Los que fuera.

Para mi suerte, apenas me tomó 5 minutos conseguir una nueva conexión para volar a Santiago via Madrid. Era sábado y el nuevo vuelo estaba programado para el lunes siguiente. No podía creer lo fácil y la suerte que había tenido al cambiar el boleto. Las historias que me habían contado las personas que conocí los días previos en los hostels, no ayudaban a tener muchas expectativas. Afortunadamente todo se dió muy rápido.

Pero no todo fue tan bueno, ya que tuve que pasar la noche del domingo en el aeropuerto debido a que el hostel en el que estaba cerró. Había una orden del gobierno que obligaba a cerrar todos los lugares de alojamiento del país. Para ser honesto, con todo lo que estaba pasando, esto fue solo un detalle. Tenía el vuelo confirmado y eso era lo más importante.

Las horas de espera en el aeropuerto se hicieron eternas y llenas de sentimientos encontrados. Por una parte quería volver para evitar la compleja situación que se estaba viviendo, pero por otra no quería terminar el viaje de esta forma.

Estaba un poco frustrado y triste por todo lo que estaba pasando.

Para colmo, cuando tomé el avión de Barcelona a Madrid, no pude ver la ciudad por última vez, ya que estaba lloviendo y no se veía nada. No fue la mejor forma de despedirme de Barcelona.

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Por ahí abajo está Barcelona.

En Madrid la situación no era distinta. Al igual que en Barcelona, habían muy pocos vuelos programados y el aeropuerto estaba practicamente vacío: tiendas cerradas, pocos pasajeros, decenas de aviones en tierra, mucha seguridad y un silencio incomodo y muy atípico en un aeropuerto de la envergadura del aeropuerto de Barajas.

En este escenario surrealista iba a pasar 12 horas más, ya que el vuelo que finalmente me llevaría a Chile salía a media noche. Pero yo no quería terminar el viaje así.

La noche anterior en Barcelona, casi no dormí. Mi cabeza aún estaba procesando todo lo que estaba pasando. A pesar del espacio disponible y la calma, no pude dormir. Lo intenté, pero no pude pegar los ojos por más de media hora. Tenía muchas cosas en mi cabeza que no me dejaban descanzar como quería.

En un vacío aeropuerto de Madrid, esperé el vuelo a Santiago.

Para pasar la espera me puse a escribir una lista con las ciudades que había visitado, país por país. Me transporté por un segundo a cada lugar mientras escribia sus nombres en mi cuaderno. Parecía un loco riéndo solo, sentado en la desierta sala de espera del aeropuerto al recordar anécdotas y situaciones de las ciudades visitadas. La verdad no importaba mucho lo que hiciera, ya que no había nadie que pudiera verme.

El tiempo pasó lento. Cada media hora me levantaba para confirmar que el vuelo aún seguía programado, ya que temía que fuera cancelado a último minuto. Vi a muchos viajeros perder sus vuelos sin mucha explicación, mientras estuve en Barcelona. Estaba bastante angustiado por esto. No quería quedar varado en el aeropuerto

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Visité más de 100 ciudades durante el viaje. Acá gran parte de ellas. Perdón por la letra.

Cuando llegó la hora de abordar me sentí más cerca de Chile por las decenas de chilenos esperando volver a casa que se encontraban ansiosos junto a la puerta de abordaje. Uno de ellos lanzó una frase al aire: “qué bueno es sentirse como en Chile”.

Lo escuché y sonreí. Hace rato que no sentía lo que era estar en Chile. Me sentía como un extranjero en medio de tantos chilenos. Me acostumbré a escuchar lenguas extranjeras como el alemán, albanés, chino, ruso o croata. Ahora lo entendía todo y me parecía muy extraño.

Apenas se anunció la apertura de la puerta, comenzaron a hacer la cola para subir. Se notaba que todos estaban muy impacientes y ansiosos por volar, por llegar a Chile. Yo me quede sentado y esperé hasta el final, no tenía prisa.

Aun no quería terminar el viaje.

Ya en el avión busqué mi asiento y esperé el despegué. Las luces se apagaron y yo no podía despegar la vista de la ventana. Esa panorámica del aeropuerto era lo último que iba a ver del continente que me acogío por cuatro años y que pronto iba a abandonar. Una mezcla de sentimientos, imágenes, recuerdos, lugares, olores y sabores revoloteaban por mi cabeza. Aún no creía que estaba volviendo.

¿Será esta la nueva forma de viajar?

Al despegar, la oscuridad del avión y la noche madrileña ocultaron las lágrimas que bajaban lentamente por mis mejillas. No lo pude evitar. Estaba dejando atrás 4 años de un viaje inolvidable, lleno de experiencias y aprendizajes que marcaron mi vida y lo estaba haciendo de la forma menos esperada. Era una sensación muy extraña, una mezcla de emociones de alegría y tristeza.

Las luces de la ciudad me ofrecieron la última gran postal del viejo continente: la noche madrileña.

Esas mismas luces delataron a la chica que iba en el asiento de adelante. También iba junto a la ventana y el brillo de sus mejillas y ojos vidriosos señalaba que tampoco había podido contener la emoción. Seguro todos los que iban en el avión, estaban pasando por algo similar. No era para menos por todo lo que estaba pasando. Ibamos camino a casa para estar más seguros, en realidad no sé que tan seguros, pero al menos para estar con la familia y con nuestro grupo más cercano.

Después de cenar, tomé un par de almohadas y me acosté a lo largo de la fila de asientos. Para mi suerte nadie más se sentó junto a mí y pude dormir bastante comodo. Me sentí como en primera clase.

Aun faltaban más de 10 horas para llegar a Santiago.

Al despertar, volví a pegarme a la ventana. Ya estaba en América y poco a poco la noche daba paso a un nuevo día. Sobre las nubes, en el horizonte se veía una mezcla de tonos naranjos, rojos y amarillos que avisaba de la pronta salida del astro rey. En el viaje a Europa, en abril de 2016, fue una bellísima luna llena la que me acompañó y apoderó de mi atención por varias horas. No pude dejar de mirarla.

Ahora tenía la dicha de ver los primeros rayos del sol iluminar a todo el continente. Un regalo de la naturaleza y una señal muy significativa. Cuando algo termina, después de un final inesperado o por muy oscura que una situación se vea, siempre hay algo nuevo o un rayo de luz por venir. Siempre habrá una nueva oportunidad, un nuevo comienzo, una nueva historia por escribir o un viaje por hacer. O en ese caso, un nuevo día para disfrutar y volver a intentar.

Puede sonar a frase cliché, pero así es y a veces no nos damos cuenta.

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Amanecer en Sudamérica desde el aire.

Al volar sobre la cordillera de los Andes y ver su majestuosidad, me di cuenta que ya estaba en Chile. Fue emocionante poder contemplarla después de tanto tiempo. Para mi representa un símbolo super fuerte de Chile y de todo Sudamérica.

Poco a poco el avión comenzó a bajar la velocidad y descender. Todo se podía ver más nítido y Santiago comenzó a aparecer a la distancia. Sin complicaciones aterrizamos en un aeropuerto casi irreconocible por sus nuevas instalaciones y decenas de aviones estacionados.

Ya en tierra, esperé hasta el final para bajar. No me apuré en España al subir y menos lo iba a hacer ahora después de que todo había salido tan bien. Había que tomarse las cosas con calma. El viaje había terminado y ya estaba de vuelta.

Estaba de vuelta para iniciar otro viaje. Un viaje para redescubrir el país que había dejado atrás hace cuatro años. No sabía como iba a ser ese «choque cultural» después de tanto tiempo en mi propio país. A la distancia vi que muchas cosas cambiaron en Chile en los últimos meses.

Estaba de vuelta para ver a mi familia, quienes siempre estuvieron presentes sin importar lo lejos o el país en el que me encontrase.

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En Chile.

He regresado con la esperanza de volver a salir, de volver a viajar. Mi casa siempre estará en el lugar que nací, pero las ganas de conocer el mundo y viajar por lugares remotos, no las puedo ocultar. Llegaron para quedarse y siento que aun queda mucho por conocer. Este regreso servirá para replantear muchas cosas y tomar impulso para una nueva aventura.

Me acostumbré a vivir viajando y a la vida en movimiento.

Con el paso por migración se selló el fin oficial de esta aventura: fueron 3 años y 11 meses de viaje. Inolvidable.

PD: El control de sanidad lo pasé sin problemas. No venía con sintomas y no fue necesario ningún examén adicional. Solo me indicaron que por obligación debía hacer cuarentena, medida adoptada para todos aquellos que vuelven del extranjero. No había problema, ya estaba en casa.

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