El objetivo principal de este blog es contar las experiencias de viaje. Sin embargo, también es un espacio pensado para expresar mis ideas acerca de temas que considero relevantes. En este sentido no puedo quedar ajeno a la revolución social de Chile, mi país, que estalló hace una semana.
Desde hace días que quería escribir algo al respecto, pero no había tenido tiempo para hacerlo. Desde el viernes 18, cuando estalló el conflicto a nivel nacional, he pasado largas horas pegado a las redes mirando con angustia y temor lo que pasa en Chile. No ha sido facil ver a la distancia, como un espectador más, como Chile pasó de ser el «país más estable de Sudamérica» a un campo de batalla con militares reprimiendo y coartando la libertad de los chilenos.
Nunca pensé ver en Chile, en democracia, a militares patrullando la ciudad de la misma forma que lo hicieron durante la dictadura. No entiendo como el presidente de Chile pudo tomar tan aberrante decisión. No ayudó en nada, por el contrario, lo único que provocó fue volver a polarizar al país y transportarnos a todos a una época oscura que algunos han tratado de olvidar y otros por suerte, no vivimos.
Este estallido social se veía venir. Lo anunciaron los estudiantes, «los pingüinos», hacen unos años atrás reclamando por una educación de calidad y justa. En el último tiempo ha tomado fuerza el movimiento «NO + AFP» que busca cambiar el abusivo sistema de pensión chileno en beneficio de las personas y no de las empresas. Además, se suman las peticiones enfocadas en la protección de los recursos naturales y medio ambiente, los cuales han sufrido por políticas privatizadoras y poco estrictas en lo relacionado a su conservación. Estas son algunas de las demandas que están sobre la mesa y han cobrado fuerza.
Han sido décadas de gobiernos de izquierda y derecha sin cambios estructurales al modelo que opera en Chile. En los grandes números todo se ve bien. El PIB, el ingreso per capita, las ganancias de las grandes empresas, la «estabilidad ecónomica», la «tranquilidad social» y todos esos indices que poco importan cuando no tienes plata para llegar a fin de mes, siempre son destacados en los rankings económicos.
Durante estos años de viaje un comentario que se repite cuando me preguntan de donde soy ha sido: «Chile es un gran país», «Chile es un país rico», «en Chile todo va bien». Cuando escucho eso siempre respondo lo mismo: «la economia chilena esta bien, pero el pueblo, los chilenos, no».
Y así es. La calidad de vida de los chilenos ha ido empeorando con los años, ya que un sector de la población, un pequeño grupo de chilenos, goza de las ganancias y ventajas del sistema, del «modelo chileno», en desmedro de la gran mayoría de los chilenos. El sistema así está diseñado y no ha cambiado significativamente desde la dictadura de Augusto Pinochet.
El motivo de este estallido social no fue el alza del metro. Esto fue solo la gota que rebasó el vaso de décadas de sistemática injusticia. Los chilenos se cansaron, nos cansamos de tanto abuso.
Por años la gente se mantuvo callada por miedo a perder el trabajo, por miedo a la represión policial y militar, por miedo a alzar la voz, por miedo a perder lo poco que posee. Hasta ahora.
Los chilenos salieron a la calle siguiendo a los estudiantes quienes fueron los que comenzaron todo revelándose en contra del alza del metro con evaciones masivas en gran parte de las estaciones de la red, sin miedo e indignados por la represión que los más jovénes estaban recibiendo por parte de carabineros. Mientras las autoridades evitaban hablar de la protesta y la catalogaban como delincuencia y sin importancia, la indignación de los chilenos aumentaba.
El presidente de Chile pensó que con los militares la gente se asustaría y volvería a casa cabeza agacha al recordar los tiempos pasados, pero no. La generación que está al frente es la que no vivió ese periodo, son los jóvenes de Chile quienes agarraron el fierro caliente sin miedo a la represión de carabineros y a las balas del ejercito. «No tenemos nada que perder» fue una frase que ví mucho en los carteles de los manifestantes y que me impactó mucho.
Ya ha pasado más de una semana y van más de 20 muertos, miles de detenidos, desaparecidos, denuncias de torturas y violaciones por parte de la policia y el ejercito, daños a la propiedad pública y privada, saqueos a supermercados e incendios. Han sido días difíciles, de mucha tensión, angustia, terror, incertidumbre, rabia, tristeza, impotencia, inseguridad y miedo, emociones que llegaron de la noche a la mañana y han sacado a relucir lo mejor y peor de los chilenos.
Nadie estaba preparado para enfrentar esto. Aunque todos sabíamos que en algún momento iba a pasar, ya que la situación no daba para más.
Han sido días dificiles para mi a la distancia, para mi familia, amigos y todos los chilenos que están viviendo esta revolución social in situ o a través de los medios alrededor del mundo.
Espero que esta revolución social, «la revolución de los 30 pesos» sea el paso definitivo para conseguir un Chile más justo e igualitario. No será fácil, no será de la noche a la mañana, pero está la motivación y voluntad de la mayoría de los chilenos para trabajar en ello.
¿Es mucho pedir dignidad, calidad de vida y una sociedad más justa para todos? Me parece que no.
Chile despertó y espero que nunca se vuelva a dormir.