Una de las mejores experiencias de mi viaje por Laos y por el sudeste asiático fue viajar por el río Mekong en Slow Boat a Luang Prabang.
Un viaje marcado por la belleza del paisaje, la tranquilidad y la oportunidad de ver como las comunidades locales conviven con el río y la importancia que tiene para ellos.
Sin duda este viaje fue de aquellas experiencias auténticas que me gusta vivir cuando viajo y de la cual quiero compartir algunas postales del viaje para que te hagas una idea de lo que puedes encontrar viajando en slow boat por el Mekong.
¡Acompáñame en esta aventura!
Primer día de viaje por el Mekong
Imposible no partir mencionando que la lluvia fue un actor importante durante todo el viaje. La tormenta Yagi que azotó Filipinas, Vietnam, China y el norte de Tailandia y Laos provocó una crecida del río que no se veía en años según los mismos lugareños.
El día anterior al del viaje, en el muelle de Huay Xai ciudad fronteriza con Tailandia desde donde salen los barcos a Luang Prabang, se veían las consecuencias de las intensas lluvias de los últimos días. El agua había subido más allá de los límites del cauce del río y alcanzaba las calles aledañas donde los autos habían sido sustituidos por pequeños botes listos para transportar a los lugareños que necesitasen cruzar o moverse a lo largo del río.
La mañana del día del viaje el panorama no era diferente, lo cual me mantuvo un poco preocupado y pensando en las condiciones que se podían presentar a lo largo de la jornada. El viaje duraría cerca de 6 horas y si llovía todo el tiempo con la intensidad que suele llover en la temporada de monzones no tenía certeza de lo preparado que estaba el barco para aguantar un viaje bajo esas condiciones climáticas. Al menos había suficientes salvavidas para todos al interior, lo cual me «alivió» cuando los ví al subir al barco.

Fui uno de los primeros en subir, ya que como tenía que comprar el boleto llegué temprano para ello y de paso asegurar un buen puesto. Quería ir sentado junto a la ventana para ver el paisaje durante el viaje aunque estuviese lloviendo. Siempre me gusta ir pegado a la ventana sea el transporte que sea.
Cuando se acercaba la hora de partir se subieron un par de chicos de Islas Canarias que había conocido al cruzar la frontera de Tailandia a Laos el día anterior con quienes compartí todo el viaje, no solo el primer día, sino que también el segundo y algunos días en Luang Prabang.
Salimos más tarde de lo estimado, pero después de meses viajando por el sudeste era algo que ya no me molestaba. Cuando el barco estaba prácticamente lleno comenzó la aventura por el Mekong.
A los pocos minutos de zarpar comenzó a llover más fuerte y con viento, por lo cual tuvimos que bajar unas improvisadas cortinas de plástico para no mojarnos. Si bien el plástico era transparente no se veía mucho. Por suerte no duró mucho y se pudo levantar las cortinas para contemplar el hermoso paisaje que rodea al río Mekong y todo lo que pasa en su entorno.
La lluvia continuó de forma intermitente, pero nada para preocuparse. De lo que había que preocuparse era de los troncos y la basura que flotaba en el río que provocó que un par de veces la tripulación del barco o la familia dueña del barco hiciera uso de unos palos de madera largos que tenían a bordo para remover la basura alderedor del motor que impedía maniobrar correctamente al capitán. Fue lo más peligroso de un viaje que transcuyó con absoluta tranquilidad.
El barco avanzó lento a través de las aguas color café del Mekong, las cuales contrastaban con el verde intenso de las montañas que rodeaban el vasto cauce de «la madre de las aguas» tan importante y vital para todas las comunidades que dependen de él en China, Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam.
No está de más decir una y otra vez que el paisaje es alucinante.

Me sentía como en una película de Indiana Jones o algo así. Un verdadero explorador de esos antiguos, de aquellos de las grandes travesías antiguas retratadas en los libros de historia. Estaba viajando en un barco por el Mekong rodeado de naturaleza en un país que hace algunos años atrás ni sabía que existía, con mi mochila y rodeado de personas locales, en su mayoría, y otros viajeros de distintos rincones del planeta. No pude dejar de emocionarme y esbozar una sonrisa al pensar en esto mientras miraba por la ventana el escenario sacado de un libro de aventuras que me abrazaba.
El viaje continuó «slow». A veces nos orillábamos para dejar a algún lugareño en alguna de las localidades que habían junto al río. En otras solo parabamos en el agua y esperábamos a que un bote de madera, de estos largos y angostos, se acercara para recoger o subir a un nuevo pasajero.
En algunos lugares por la orilla del río habían grupos de personas, principalmente niños apostados en alguna colina o camino de tierra, que paraban por algunos segundos lo que estaban haciendo para ofrecer una sonrisa y saludar a los viajeros del Mekong. La primera vez que pasamos por donde había un grupo no dudé en saludarlos a la distancia con la mano, saludo que fue recibido con alegría y correspondido con sonrisas y saludos de los niños y adultos que veían pasar el barco, el único que salió esa mañana desde Huay Xai desafiando el pronóstico del clima.

Al interior del barco todo se desarrollaba con tranquilidad. Se podía caminar, comer y beber una Beerlao helada de las que vendían en el barco, dormir, ver una película o simplemente mirar por la ventana la belleza de la naturaleza y las distintas postales del Mekong que se mostraban a medida que avanzabamos.
Las personas en sus largos y angostos botes, usando los tradicionales gorros cónicos de bambú tan característicos de Asia, pescando o movilizándose entre los pueblos a lo largo del río ofrecían una pincelada de la importancia y la vida cotidiana que se vive en el Mekong.
En este marco de naturaleza y cotidianeidad lo que no me gustó en absoluto fue la basura que flotaba en el río. Basura que no era solo de Laos, sino que venía arrastrada por las lluvias desde los otros países río arriba. Era una lástima ver basura en un entorno natural tan único e impactante. La contaminación es una de las principales amenazas del río.

Noche en Pakbeng
Llegamos a Pakbeng antes del atardecer. Este pequeño pueblo en la orilla del Mekong es donde se pasa la noche para continuar al día siguiente el viaje a Luang Prabang. No se viaja por la noche, por eso son dos días de viaje de Huay Xai a Luang Prabang. Hay personas que solo toman el barco hasta Pakbeng y se quedan explorando los alrededores para luego continuar río abajo.
Pakbeng es un pueblo pequeño que tiene algunos restaurantes cerca de la zona del muelle y alojamientos para los viajeros que hacen la travesía en barco. Es bastante tranquila y no hay esa vibra «mochilera de fiesta» que se pueden encontrar en otras ciudades del sudeste. La mayoría de los viajeros se duerme temprano después de un largo día de viaje desde Huay Xai, ya que además se deben levantar temprano para continuar el viaje la mañana siguiente.
Caminé del muelle a mi hostal, el cual quedaba un poco alejado de centro, pero a una distancia muy caminable. Hice el check in y salí a pasear por la ciudad, ya que todavía había luz natural y necesitaba estirar las piernas después de pasar gran parte del día sentado.

Había llovido bastante en la zona también, ya que se veía la tierra muy húmeda y las calles con algunas pozas de agua. Caminé por la avenida principal en dirección opuesta al muelle para alejarme de la «zona turística» y ver algunos minutos del día a día de las personas del pueblo. Avance lento saludando al que se me cruzaba. Lo bonito del sudeste y especialmente de estos pueblos remotos es que la mayoría siempre te devuelve el saludo con una sonrisa o con una simple inclinación de la cabeza. Sobre todo los niños que miran con cara de asombro a los viajeros/alienígenas que se asoman por las calles de sus ciudades.
A lo largo de la calle había tiendas, personas vendiendo boletos de lotería, niños jugando y algunos restaurantes en el que las familias estaban reunidas degustando platos con arroz, verduras salteadas, carne y algunas cervezas. Ví tanta gente comiendo que paré de caminar y dí la vuelta para buscar algo para comer también. Así fue que llegué hasta el muelle para comer en uno de los restaurantes de la zona unas verduras salteadas con tofu y arroz. Estaba muy sabroso.
De vuelta en el hostal la mayoría de los viajeros estaban acostados, por lo cual agarré mi laptop para respaldar algunas fotos del viaje en la terraza del hostal. Mientras estaba en eso comenzó a llover bastante fuerte. Con una fuerza que hacía sonar y vibrar las planchas de aluminio que cubrían la terraza-comedor del hostal que además comenzaban a evidenciar goteras por todas partes.
Después de unos minutos de incesante lluvia bajaron las personas, hombres y mujeres, que trabajaban en el hostal y comenzaron a mover muebles, equipos eléctricos y comida desde la terraza junto al río a la que estaba yo, ubicada en una zona más elevada. El apuro era debido a que habían recibido noticias que una represa en China iba a abrir sus compuertas, ya que no podían controlar la cantidad de agua acumulada.
Cuando ví que estaban corriendo los muebles no dudé en guardar mis cosas en la mochila y ofrecerles una mano para mover las congeladoras y alimentos que estaban intentando salvar. Al principio me miraron y me dijeron que no me preocupará, pero después aceptaron mi ayuda, ya que necesitaban mover todo lo más rápido posible.

Los otros viajeros al oir el ruido que había en el exterior salieron del cuarto con cara de preocupación al ver lo que estaba pasando, por la intensidad de la lluvia que retumbaba en las latas del techo del edificio y por la fuerza del caudal del poderoso Mekong que estaba a solo unos metros de distancia de las habitaciones y seguía subiendo.
Otro chico del hostal, también de Islas Canarias, se sumó para ayudar. Con él nos quedamos hasta tarde haciendo vigilia y conversando con los hombres de la familia que se quedarían despiertos toda la noche para monitorear el nivel del agua. Hicieron fuego y trajeron algunas cervezas para amenizar la noche. Nos ofrecieron un par por la ayuda las que recibimos con gusto. Incluso al chico canario le dieron de probar piel fermentada de búfalo para degustar. A mí también me ofrecieron, pero rechacé la oferta, ya que soy vegetariano.
Bajo la lluvia, al lado de una fogata, cervezas y conversaciones pasé parte de la noche mientras el nivel del agua subía sin dar tregua. Los chicos de Laos calcularon con un palo que tenían a la mano que el río subía 1 metro cada hora, lo cual era muy preocupante. Con tono de preocupación nos contaron que no habían visto algo así en al menos 10 años.
Avnzada la noche me fui a dormir con la esperanza de que no siguiera lloviendo para que el agua no afectara más el hostal de esas buenas personas y no tener problemas con la salida del slow boat a Luang Prabang que estaba programado para las 9 de la mañana. Temía un poco que lo cancelaran.
Segundo día de viaje en barco por el río Mekong
Por la mañana ya no llovía e incluso se podía ver el cielo, pero el escenario en el hostal no era el mejor. El agua había subido hasta la terraza desde donde habíamos movido las cosas y seguía subiendo. Las personas del hostal no habían dormido y seguían trabajando para salvar algunas cosas de la fuerte corriente del río.
Preparé mi mochila y me despedí de ellos deseándoles lo mejor y esperando que no siguiera subiendo el agua. Se notaba que el hostal, que estaba en remodelación, era un negocio en el que había varias familias involucradas y era desolador ver como la súbida del río ponía en peligro el esfuerzo de todos para salir adelante con el emprendimiento familiar.

Al llegar al muelle el escenario no era diferente. El agua había inundado la calle de acceso al muelle y no se podía cruzar caminando. Los lugareños pusieron a disposición sus botes, con un cargo por el servicio por supuesto, para ayudar a cruzar a todos los que tenían que tomar el slow boat.
Sorpresa la mía fue cuando subí al barco y descubrí que no era el mismo barco del día anterior. El que tocaba hoy era un barco similar, largo y angosto, pero con asientos de buses descartados de sus sitios originlaes, pero reutilizados y dispuestos para acoger a los viajeros del Mekong. Eran bastante cómodos tengo que decir.
Zarpamos a buena hora bajo un cielo semiabierto que dejaba ver un hermoso cielo azul.
Dejé Pakbeng afligido y con incertidumbre por lo que estaba pasando y por lo que podía pasarle a las personas del hostal y del pueblo que ya sufrían las consecuencias de la crecida del río.

Avanzamos lento pero seguro rodeados de hermosas montañas cubiertas de selva. Era fascinante el contraste del color café oscuro del río, el verde intenso de las montañas, el blanco puro de las nubes y el azul del cielo. Todos colores muy vibrantes y cautivadores.
El segundo día fue el mejor para contemplar la naturaleza. No llovío en todo el viaje, por el contrario, la Pachamama nos regaló las mejores condiciones para navegar por el Mekong y apreciar la belleza que lo rodea. A todas luces paradójico considerando que mientras nosotros disfrutabamos del viaje por el río otros estaban sufriendo las consecuencias de la crecida de las mismas aguas del poderoso Mekong que nos guiaban con tranquilidad a Luang Prabang.

Cuando faltaban algunos kilómetros para llegar a Luang Prabang nos orillamos. Ya habíamos llegado a Luang Prabang, pero no a la ciudad, ya que el muelle estaba a varios kilómetros de distancia.
Para bajar del barco tuvimos que cruzar saltando con las mochilas a través de otros barcos que estaban atracados. Ya en tierra firme la aventura continuó en un tuk-tuk que compartí con los canarios. El conductor era muy bueno, ya que manejaba con gran habilidad evitando pasar por los baches con agua de las irregulares calles de la ciudad el pequeño y tradicional carrito del sudeste con nosotros y nuestras mochilas adentro. Hay que decir que los caminos y calles en Laos son terribles.
Finalmente arribamos al mercado nocturno de Luang Prabang, en pleno centro de la ciudad, muertos de hambre y con ganas de una cerveza, las cuales saciaríamos más tarde en el mismo mercado en la primera noche en la ciudad.
De esta forma terminó el viaje en slow boat por el Mekong a Luang Prabang. Una experiencia inolvidable que llenó varias páginas de mi libro de viajes con recuerdos de lo vivido y postales de lo contemplado que permanecerán conmigo por siempre. Definitivamente una de las mejores experiencias que viví en mi viaje por Laos y el sudeste asiático.

Gracias por navegar conmigo por el Mekong con esta entrada acerca del viaje en slow boat a Luang Prabang, una de las experiencias más recomendadas para vivir en un viaje por Laos.
Un abrazo viajero.
Nos vemos en la ruta.
Patricio | En Modo Viajero

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